MUJER
La mujer ha realizado y realiza el esfuerzo reproductivo que permite
la supervivencia de individuos y sociedades. A lo largo de la historia y
hasta fechas recientes, con el objeto de garantizar la supervivencia
social y en un contexto de altísima mortalidad (tanto en tasa bruta de mortalidad como en mortalidad infantil), ha sido necesario mantener una muy alta natalidad (tanto en la tasa bruta de natalidad como en la tasa de fecundidad) para garantizar un reemplazo suficiente de las poblaciones.
La mejora en la alimentación, la generalización de la higiene, la sanidad y la difusión de medicamentos han sido decisivos para el fuerte crecimiento de la población mundial que ha pasado de los casi 1.000 millones en el año 1800 a más de 6.000 millones en el año 2000 y a 7.000 millones a finales de 2011. La necesidad de una alta reproducción
ha dejado de ser uno de los tradicionales problemas de las sociedades
-y por supuesto del mundo en su conjunto- para incluso convertirse, para
algunos autores de corte neomalthusiano, como Paul R. Ehrlich, en un nuevo problema, la superpoblación.
La reducción de la tasa bruta de mortalidad es característica de la denominada transición demográfica así como una fuerte reducción de las tasa de natalidad es característica de la segunda transición demográfica junto con cambios sociológicos que afectan básicamente al papel tradicional de la mujer.6 7
Los avances y difusión de los métodos anticonceptivos
junto con la reducción de la presión social sobre la mujer para
mantener la población -al alcanzarse una alta supervivencia de las
poblaciones- permiten que se produzca lo que algunos autores como John MacInnes y Julio Pérez Díaz denominan revolución reproductiva.
El esfuerzo reproductivo se reduce, la supervivencia de los individuos
-la baja mortalidad- permite entonces reducir sustancialmente el número
de hijos. En las sociedades modernas se da una alta eficiencia reproductiva que libera a la mujer de buena parte del trabajo que desarrollaba tradicionalmente y la permite incorporarse al mercado de trabajo
modificándose sustancialmente las relaciones sociales antes
establecidas y advirtiéndose cambios sustanciales: declive del trabajo
reproductivo (fundamentalmente en la mujer), derrumbamiento del patriarcado, privatización de la sexualidad y reducción del control social sobre la sexualidad; desaparación de la punibilidad de las relaciones sexuales
no reproductivas; alto control sobre la procreación con el uso de
métodos anticonceptivos y apoyo intergeneracional muy amplio a hijos y
nietos, reforzamiento de los lazos familiares profundos; aumento de los
años vividos o madurez de masas; centralidad de la familia y
reforzamiento de los lazos e importancia de la misma.8
Evolución histórica, cultura, antropología e historia cultural
Aunque existe gran diversidad, dependiendo del tipo de sociedad -matriarcado, patriarcado, cazadores recolectores, agrícola, etc- y de la filiación, puede decirse que desde la prehistoria, las mujeres, como los varones, han asumido un papel cultural particular normalmente diferenciado. En sociedades de caza y recolección,
las mujeres casi siempre eran las que recogían los productos vegetales,
mientras que los varones suministraban la carne mediante la caza. A
causa de su conocimiento profundo de la flora, la mayor parte de los antropólogos creen que fueron las mujeres quienes condujeron las sociedades antiguas hacia el Neolítico y se convirtieron en las primeras agricultoras.
En la Edad Media,
los autores masculinos, pertenecientes a una estirpe, religiosos,
tratadistas laicos y sobre todo, predicadores, hablaron de las
condiciones y conductas que les exigen a las niñas, a las jóvenes y a
las mayores. La conducta femenina fue pautada para cada momento y
situación de la vida. Casi siempre la edad corresponde a un estado civil
y a una función de acuerdo a ella. Tal es así que la mujer se
representaba en la imagen de la novia, la prometida, la casada, la viuda,
es decir, siempre ligada inexorablemente a un varón que debía
responsabilizarse de ella y su conducta. El papel más importante
atribuido a la mujer era el de esposa y madre.9
En la historia reciente, las funciones de las mujeres han cambiado enormemente. La burguesía trajo consigo una nueva concepción de la familia
donde la mujer desempeñaba un papel restringido al hogar. Hasta
entonces la mujer había participado, aunque de modo distinto al hombre,
en tareas de aprovisionamiento y trabajo para la supervivencia familiar
fuera del domicilio u hogar. Las funciones sociales tradicionales de las
mujeres de la clase media
consistían en las tareas domésticas, acentuando el cuidado de niños, y
no solían acceder a un puesto de trabajo remunerado. Para las mujeres
más pobres, sobre todo entre las clases obreras, esta situación era a
veces un objetivo, ya que la necesidad económica las ha obligado durante
mucho tiempo a buscar un empleo fuera de casa, aunque las ocupaciones
en que se empleaban tradicionalmente las mujeres de clase obrera eran
inferiores en prestigio y salario que aquellas que llevaban a cabo los
varones. Eventualmente, el liberar a las mujeres de la necesidad de un
trabajo remunerado se convirtió en una señal de riqueza y prestigio
familiar, mientras que la presencia de mujeres trabajadoras en una casa
denotaba a una familia de clase inferior.10
Feminismo
El movimiento feminista ha perseguido el reconocimiento de la igualdad de oportunidades y la igualdad de derechos
para las mujeres. Las dificultades para obtener este reconocimiento se
han debido a factores históricos, en combinación con las costumbres y
las tradiciones sociales. Actualmente, debido a los cambios económicos,
el apoyo del poder económico y las reivindicaciones del movimiento
feminista y otros movimientos de derechos humanos, las mujeres tienen
acceso a carreras profesionales y trabajos similares a los de los
hombres en la mayor parte de las sociedades. En muchas sociedades
modernas las mujeres tienen plena igualdad jurídica tanto en el ámbito
laboral como en el familiar, pudiendo ser cabezas de familia, detentar
cargos altos tanto en política como en grandes empresas. Así que se
podría decir que las condiciones de las mujeres han mejorado.
Algunas corrientes feministas resignifican la palabra mujer,
entendiéndose que la categoría mujer esta estrechamente vinculada a la
expresión de genitalidad, por lo que frecuentemente se presupone que
mujer es aquella cuya expresión gonádica es igual a XX. Esta
articulación discursiva se soporta sobre fundamentos biológicos y
esencialistas. La naturalización del concepto impide su cuestionamiento,
dogmatizándolo. Sin embargo, desde diferentes corrientes feministas,
esto ha sido criticado. El rol sexual y el ejercicio de la sexualidad
son en sí mismo, construcciones socioculturales motivadas por un
mecanismo de control social,
y de una reproducción de las estructuras de poder. Además, la categoría
mujer se conceptualiza en tanto que opuesta a la categoría hombre,
formando así un binomio, mutuamente excluyente, a partir del cual se
articula la distinción de sexo (femenino - masculino, respectivamente).
En esta situación existe opresión social cuando las personas no
reproducen los esquemas preestablecidos de acuerdo a lo esperado,
limitando la diversidad sexual, omitiendo y dejando al margen fenómenos
como la transexualidad y la intersensualidad.11
Los derechos legales de las mujeres en la historia
A lo largo de la historia, en la mayoría de las culturas, las mujeres han sido sometidas a estructuras patriarcales que les han negado los derechos humanos más fundamentales. Las leyes antiguas y los sistemas tradicionales, como el cristianismo y el islamismo, antecedentes de los sistemas modernos, han provocado la dependencia de la mujer, de forma análoga a la esclavitud, a la explotación de las clases desfavorecidas y a la mano de obra.
Una de las razones podría ser el fortalecimiento y sostenimiento del
poder y de la actividad económica y de igual forma se evidencia que
quienes resultan sometidos son vistos, por los explotadores, como seres
inferiores, inmaduros, infantiles, malvados o depravados. (Véase el
artículo Prejuicio cognitivo)
Ley mosaica (judaísmo)
En la ley mosaica, tradición de la religión
judeocristiana (En este caso, solo se habla del judaísmo, ya que el
cristianismo posee una distinta creencia) la mujer era protagónica, la
ley judía afirma que una mujer tiene más posibilidades de conectarse con
Dios, el divorcio
era un privilegio exclusivo del marido: la opinión de la mujer podía
ser rechazada por su padre o su marido, y las hijas podían heredar sólo
en ausencia de hijos, con la condición de que se casaran dentro de su
tribu. La culpa o la inocencia de una esposa acusada de adulterio a veces se comprobaba mediante la técnica del agua amarga.12
Además de estos casos, que ilustran la subordinación de las mujeres
(Deuteronomio 2,24, Números 1,30, Números 3,27-36, Números 2,5), había
muchas leyes que trataban, entre otras cosas, de ofensas contra la
castidad, y el matrimonio de un hombre con una cautiva pagana o con una
esclava comprada. Aunque los segundos matrimonios estuvieran
restringidos, según la legislación judía y cristiana no católica, en la
ley mosaica una viuda sin hijos estaba obligada a casarse con el hermano
de su difunto marido. Lo que se debe tener en cuenta es que la ley
mosaica (judaísmo), está basada en libros escritos en el primer milenio
antes de Cristo. Jesucristo es considerado por los cristianos católicos
el Mesías esperado por el Pueblo judío que le daría la interpretación
correcta a la ley mosaica (judía).
La mujer y la ley
En algunos países la mujer ha tardado muchos siglos en conseguir igualdad, aunque solo sea teórica, ante la ley. Y aun cuando la ley hable de igualdad, suele haber un gran abismo entre la teoría y la práctica. La publicación de las Naciones Unidas
titulada The World’s Women—1970-1990 dice: “Esta brecha [en la política
gubernamental] ha quedado recogida en gran parte en las leyes que
niegan a la mujer la igualdad con el hombre en lo que respecta a sus
derechos de tenencia de tierras, solicitud de préstamos y firma de contratos”.
Una mujer de Uganda declaró: “Seguimos siendo ciudadanas de segunda
clase... o de tercera clase más bien, pues nuestros hijos varones van
delante nuestro. Hasta los burros y los tractores reciben a veces mejor
trato”.
El libro Men and Women, editado por Time-Life, dice: “En 1920, la Decimonovena Enmienda de la Constitución de Estados Unidos garantizó a las mujeres el derecho al voto, mucho después que en bastantes países europeos. Pero en Gran Bretaña no se les concedió ese privilegio hasta el año 1928 (y en Japón hasta después de la II Guerra Mundial)”. Como protesta por la injusticia política a la que se sometía a las mujeres, Emily Wilding Davison, sufragista británica, se echó delante del caballo del rey en el derby de 1913, y perdió la vida. Se convirtió en una mártir en la causa de la igualdad de derechos para la mujer.
El propio hecho de que en fechas tan tardías como el año 1990 el senado de Estados Unidos promulgase el decreto Violence Against Women Act, indica que las legislaturas dominadas por el hombre han sido lentas a la hora de responder a las necesidades de la mujer.
Sufragio femenino.
El sufragio femenino ha sido garantizado y revocado, varias veces en
varios países del mundo. En muchos países, el sufragio femenino se ha
garantizado antes que el sufragio universal; así, una vez concedido éste, a mujeres y hombres de ciertas razas, aún se les seguía negando el derecho a votar.
El primer sufragio femenino, con las mismas características propias que el masculino, se garantizó en Nueva Jersey en 1776, aunque rescindió en 1807. Pitcairn garantizó el sufragio femenino en 1838. Varios países y estados garantizaron un sufragio femenino restringido en la segunda mitad del siglo XIX, empezando por Australia del Sur en 1861.
El primer sufragio femenino sin restringir, en lo que a derecho a votar
se refiere, ya que a las mujeres no se les permitía presentarse a
elecciones, se garantizó en Nueva Zelanda en 1893.
La primera mujer en ejercer formalmente el derecho al voto político en América Latina fue Matilde Hidalgo de Procel en 1924, en la ciudad de Loja, convirtiendo al Ecuador
en el primero de la región que permitió el voto femenino. Sin embargo
no se descarta anteriores brotes de lucha por la participación de la
mujer en la política. Seguramente Matilde Hidalgo de Prócel, quien
además sería la primera mujer en recibirse de una carrera universitaria y
doctorarse en medicina en el Ecuador, abrazaría la influencia de un
importante movimiento femenino chileno por el derecho al sufragio que
"apoyándose en la resolución del ministro Zenteno, se inscribió para
votar por Benjamínn Vicuña Mackenna en las elecciones presidenciales de
1876. Al calor de la campaña antioligárquica de este candidato, las
mujeres reclamaron el derecho a sufragio y, a pesar de la negativa de
las autoridades, alcanzaron a inscribirse en La Serena."